“Errores haciendo genealogía en Chile hoy” se titula este breve artículo que nos ayuda a reflexionar sobre las prácticas no necesariamente erróneas, sino tal vez descuidadas que algunos,haciendo genealogía, tuvimos, tenemos o tendremos, en particular en estos tiempos: el primer cuarto del siglo XXI. Las pasamos a enumerar ahora:
- Hacer genealogía con el RUT
O con el RUN, siendo más precisos (Rol Único Nacional). Es el número de identificación de los chilenos. Muchos usan rutificadores como el de genealog.cl o se sirven de los padrones electorales que algunos tienen por ahí en Internet para hallar el RUN de alguien, para luego ir al sitio web del Registro Civil a sacar certificados. Una buena herramienta para empezar, pero esto tiene su límite: no todos los datos para generar un certificado han sido ingresados a la base de datos del Registro Civil. Una visita en persona al Registro Civil más cercano es clave para dar un paso importante: encargar fotocopias.
- Pensar que los funcionarios de los archivos deben saber todo sobre los mismos archivos con que trabajan
Cuando das el paso que sigue, que es ir en persona a un Registro Civil y encargar fotocopias, te encuentras con funcionarios que podrían no saber cómo encargar la fotocopia del acta de un matrimonio, por ejemplo. Consultan directamente la base datos, no hallan los datos de inscripción y, por ende, pueden negarse a encargarlo (por más que el investigador mismo le dé el número de inscripción, año, lugar y registro si procede, que él mismo halló viendo manualmente los índices en FamilySearch u otro lugar). Avanzar requiere de no detenerse en percepciones personales del resto: es mejor hablar con otro funcionario, pedir al que nos atiende que hable con otro o dirigirnos al encargado de la sucursal. La calma es clave, pero sobre todo, entender que los archivos son atendidos por personas que no saben lo mismo que uno, necesariamente, y que ambos podemos aprender mutuamente.
- No hacer búsquedas manuales
FamilySearch y su buscador localizado en http://familysearch.org/search permite de manera automática hallar varias cosas con solo escribir nombres. Pero eso no basta: entrar al sitio del catálogo en https://familysearch.org/catalog/search y buscar con la opción “Palabras clave” el lugar que deseamos investigar, nos dará una visión exacta de qué hay automatizado para buscar o no: si en cada álbum de fotos (antes, microfilmes) aparece un ícono de lupa, significa que su contenido fue agregado nombre por nombre a la base de datos, aunque esto tampoco nos debe dar toda la confianza. Y hay algunos que no tienen esa lupa, lo que significa debemos revisar en detalle el contenido: varios libros pueden tener índices que debemos consultar manualmente o, a veces, tendremos que perder el miedo a ver hoja por hoja. Esto implica también visitar los archivos personalmente: tener la costumbre de buscar en Google los sitios oficiales de las diócesis, llamar por teléfono, averiguar horarios de atención, escribir cartas para pedir permiso de revisión, etc.
- El temor a las zonas metropolitanas
A veces tenemos personas que dicen ser naturales de “Santiago” y decimos “Santiago tiene tantas parroquias, hay que buscar una por una”. Y sí, hay que perder el temor y atreverse a revisar cada parroquia hasta hallar lo que buscamos, incluso en lugares alrededor del área urbana en cuestión.
- Depender de otros
Sobre todo a través de Internet: depender completamente de lo que alguien de manera gratuita pueda hacer al otro lado de la pantalla, sin dejarte aprender el proceso exacto de cómo llegar a los datos. La autonomía es importante y eso hace que si tú mismo aprendiste a hacer algo, seas capaz de compartirlo, de manera que otra persona también pueda hacerlo.
- Creernos dueños de los datos
Uno de los constantes en genealogía, es el entendimiento de que todos somos parientes: al final, todos tenemos ancestros en común. No compartir datos con otro pariente, hace no solo que el ritmo investigativo se detenga (con consecuencias en ambas partes), sino que constituye una actitud cuestionable considerando que todos son descendientes de la misma forma y juntos podemos ser una cadena para compartir lo hallado.
- No atreverse a pagar
Hay un punto en que los genealogistas validados por su pertenencia a organizaciones ad hoc, estudios o sus publicaciones, terminan con su tiempo muy demandado por encargos. Y hay un momento en que, para potenciar el trabajo de alguien así, se debe pagar, para poder dejar que el investigador solo se preocupe de esta práctica. Hay quienes ven en cobrar por hacer una búsqueda un verdadero pecado, pero no tiene sentido: el mundo tiene varios genealogistas que cobran por su trabajo.
- Pensar que la genealogía es muy importante y que todos deben preocuparse de ella
Sí, la genealogía es importante. Descubrir que uno de tus ancestros tuvo una vida muy particular que debe ser valorada por todos los descendientes de él, pues es justo. Pero no a todos les gustará y tampoco les preocupará. Ver como negativo que a alguien no le preocupe, solo habla mal de nuestra capacidad para captar que ese alguien está en una etapa en que simplemente no le interesa… y no hay problema con eso. Tal vez sea la oportunidad para que, como investigadores, nos acerquemos a esa persona para compartir tiempo haciendo otra cosa, porque la genealogía no lo puede ser todo. Es saludable tener variedad en nuestra vida y eso hará que tengamos más historia.