En 1836, en medio de los avances tecnológicos producidos en el curso de la revolución industrial, llegó al puerto de Valparaíso desde Escocia el joven inmigrante John Norbert Mouat. Su profesión era fabricante de relojes y tenía una mente curiosa y un ojo particular para buscar oportunidades. A cuatro años de su llegada, en 1840,compró en remate público un terreno particular que era parte los terrenos del antiguo Castillo San José, una fortificación española que, tras sufrir daños irreparables en el terremoto de 1822, fue dada de baja, sus terrenos subdivididos y posteriormente subastados. De manera estratégica, Mouat compró un lote que ofrecía una vista ininterrumpida tanto de la bahía, como también de la plaza del puerto y su antiguo muelle, la actual plaza Sotomayor. Además, en este terreno se encontraban los restos de una antigua torre de vigilancia de planta octogonal, en torno a la cual Mouat hizo construir su casa. Esta casa sería testigo de los muchos emprendimientos de su dueño, convirtiéndose así en una suerte de proto-centro de innovación de su época.
En la víspera del paso del cometa en 1843, Mouat instala en su vieja torre de vigilancia el que sería el primer observatorio óptico del hemisferio sur y la costa pacífica. Admirados por este nuevo establecimiento, los vecinos del puerto comienzan a llamar la casa ‘El Observatorio’ y saludaban a Mouat con un animado “¿descubrió alguna estrella nueva Don Juan?”. 170 años más tarde nos encontramos con que Chile alberga el 30% de la capacidad mundial de observación astronómica y en la próxima década se espera que ella aumente hasta el 60%. El observatorio de Mouat sería el primero de muchos.
Está bien documentado que un par de años después, durante un viaje al norte del país para observar algunas faenas mineras, se encontró con que la mayor parte del trabajo se realizaba a mano y el traslado de los minerales se hacía a través de animales de carga. En vista de la riqueza de la tierra y las oportunidades de crecimiento, Mouat solicita una concesión para construir y explotar un trazado de ferrocarril de Copiapó a Caldera para agilizar el proceso de traslado de material para exportación. Debido a la falta de recursos propios, Mouat vende en 1848 el proyecto a Guillermo Wheelwright, quien finalmente lo construye, siendo el tercero en operación en Latinoamérica.
Las empresas de Mouat no acaban allí y, entre otros, instala un astillero donde se construyen algunas de las primeras naves a vapor de Chile, una fundición que surtía componentes a las líneas de ferrocarril que siguieron a la suya y, como si no bastara, es uno de los fundadores de la primera compañía de bomberos de Valparaíso. Su incansable trabajo y búsqueda de nuevas oportunidades eventualmente lo vio en bancarrota, logrando mantener solo a su querida y vieja casa. Después de su muerte y una serie de dueños, la casa regresó a manos del gobierno, y, tras una seguidilla de intentos fallidos de convertirlos, el Observatorio de Mouat ahora está vacío.
El Observatorio cuenta hoy con una declaratoria de Monumento Histórico Nacional que no refleja su estatus ni su importancia para el país y el mundo. El primer observatorio astronómico moderno al sur del Ecuador ha sido olvidado. En cuanto a la ciudad que lo vio prosperar, Valparaíso ha visto mejores días. Muchos edificios antiguos se encuentran hoy abandonados, a la espera de una nueva vida, y a pesar de su actual obsolescencia, es una ciudad vibrante y con potencial renovado; si históricamente ha sido la entrada de personas y bienes, hoy en día, sus orillas ven la llegada de cables submarinos que traen internet al país y, lo que es más importante, datos. Valparaíso es hoy un nuevo tipo de puerto que, nuevamente, conecta a Chile con el mundo.
A través de los años se han hecho muchas comparaciones entre Valparaíso y San Francisco: las colinas, el crecimiento de la era victoriana y los desastres que los azotaron. A raíz del crecimiento de la economía de datos, Chile necesita nuevos innovadores para estar a la altura de las circunstancias y aprovechar las oportunidades que ofrece este entorno. Hoy existe una propuesta que busca rescatar este emblemático edificio y posicionarlo a la vanguardia de la tecnología, retomando su rol como centro de innovación. Al reclamar su patrimonio de vanguardia e ideas, se busca crear una infraestructura que sirva como educador e incubadora de nuevos innovadores, lo que además revitalizará un área emblemática de la ciudad, en el corazón de la zona declarada Patrimonio de la Humanidad por UNESCO. Esto va en la línea que trazó Mouat que reunió el paisaje terrestre, marino y celeste a través de su inextinguible sed de futuro y aventura.
Para concluir, un último pensamiento. La historia nos enseña que ningún invento es aislado. La invención del reloj de bolsillo durante el renacimiento, con la observación del tiempo convirtiéndose en una nueva fuente de negocios, permitió avances en la astronomía, lo que, junto con romper paradigmas, permitió a los exploradores europeos redescubrir los viajes en alta mar, ayudando al comercio a crecer y buscar nuevos mercados y bienes para mercar, conduciendo eventualmente a la globalización.
Todo esto comenzó con relojes y el cielo, al igual que El Observatorio. La astronomía nos ofrece esa bella dicotomía: buscamos el futuro mientras miramos el pasado.
El Observatorio será ese lugar que mire al futuro.
Estudio Recoleta