No es fácil comprender claramente lo que significa “genealogía”, sus limitaciones y ámbitos de acción y los distintos objetivos que persiguen sus aficionados. Es poco conocida, en general en el mundo hispano y por la misma situación surgen ideas o afirmaciones que no se condicen con la realidad.
A veces se mezclan conceptos, como el de familia, linaje y apellido; además se confunden o fusionan la genealogía con la heráldica. En este post abordaré dos mitos, que para mi gusto son los más recurrentes.
Elija el que más le guste
Cuando nuestros amigos tienen su escudo del apellido, es porque creen que eso existe, o sea, que los escudos son de apellidos, primer error y en segundo término creen que corresponde al suyo. He visto hasta anillos con los “escudos de sus apellidos” y portadas de libros genealógicos.
Hice un ejercicio simple en Internet y busqué el escudo del apellido Pérez, seleccioné 5 resultados (solamente). En wikipedia no se animaron a elegir uno, aunque sí para el apellido González…
Nada de eso es real.
A ver, lo primero es que usar nuestro primer apellido no significa que también lo usaran todos nuestros antepasados por varonía (que es como se transmiten actualmente los apellidos en Chile e Hispanoamérica), como señalé anteriormente, los apellidos también cambian y pudieron ser adoptados arbitrariamente. Lo segundo es que los escudos no son de apellidos. En realidad, surgieron originalmente para usarlos de forma personal, allá por el siglo XIII, ni siquiera por un grupo familiar, sino por una persona y además en la nobleza. Luego, también lo comenzaron a usar los descendientes de estas personas, agregándoles cuarteles de acuerdo a los enlaces matrimoniales que tenían o cambiando parcial o totalmente el contenido inicial, o manteniendo el original; todas las combinaciones se fueron dando durante el tiempo. Además, agregaban orlas, coronas, etc. La ciencia que estudia en detenimiento los blasones, con sus significados figurativos, esmaltes (colores) y todo lo relacionado es la heráldica, que tiene una jerga propia y varios estudiosos. Para ejemplificar que los escudos fueron utilizados en forma personal, basta con mirar a los reyes de España, donde cada uno ha tenido su propio escudo.
Pero del uso personal también fue pasando al linaje, que (solo para recordarlo) no es lo mismo que el apellido y un mismo linaje puede usar más de un apellido a lo largo de los siglos, como también más de un escudo. Por otro lado, a medida que el tiempo pasó, los hidalgos (los que pertenecían al rango social que venía luego de la nobleza) también comenzaron a utilizar escudos que plasmaban en piedra, en sus solares o lugares donde vivían. Los que jamás usaron escudos fueron los del pueblo llano, la mayoría de habitantes en España.
Durante el período de la conquista, el rey también otorgó escudos, partiendo por el descubridor del Nuevo Mundo, Cristóbal Colón y varios otros peninsulares, como Alonso de Córdoba o Luis de Toledo que dejaron familia en Chile, pero que no transmitieron su escudo a su descendencia, nadie jamás los utilizó posteriormente.
Armas dadas a Alonso de Córdoba, Madrid,
31 de mayo de 1552.
remuneración de los dichos
vuestros servicios y porque de vos
y dellos quedase perpetua
memoria, vos mandásemos dar
por armas un escudo que haya en
él una fortaleza de plata en campo
verde, y encima della un brazo
armado con una bandera de oro
puesta en ella un águila negra y
una orla de oro con ocho cruces
de Jerusalén coloradas, y por
divisa un yelmo cerrado, y encima
dél un brazo armado con una
espada desnuda en la mano, con
sus trascoles y dependencias a
follages de azul e oro…”
En España surgieron los “reyes de armas” a fines del medioevo, quienes se encargaban de certificar que un escudo perteneciera a una persona o linaje; sin embargo, sus malas prácticas hicieron muy poco creíble sus validaciones, surgiendo fantasías para todos los gustos.
Salvo que pertenezcas a alguna de los linajes que han transmitido su escudo, no tienes uno. Además, en el caso chileno, por ejemplo, no tiene sentido pues están prohibidos desde tiempos de O’Higgins.
Personalmente, encuentro bonito que se describan en tumbas o se esculpieran en frontis de casas o se hayan dibujado en capillas. Para la genealogía además, puede ser útil si un antepasado usó un determinado escudo, porque sería indicativo de que este antepasado pertenecía al linaje de ese blasón; es decir, puede representar una pista a seguir.
Lo que no puede confundirse en genealogía es que existan escudos de apellidos.
Eso tan esnob
La vinculación entre genealogía y nobleza que hacen varias personas a priori, parece ser tan fuerte que no dudan en considerar al estudio familiar como algo de gente esnob, a la que le encanta alardear algún parentesco con aristócratas o nobles; bajo ese concepto los genealogistas serían “arribistas”, “aspiracionales”.
Quienes estudiamos en forma seria la genealogía como disciplina científica, sabemos que somos una mezcla increíble de razas, y de orígenes sociales y económicos dispares. Nuestros antepasados han sido reyes y esclavos, han nacido en la mayoría de los continentes, han sido ricos y pobres. La genealogía es el estudio de familias con el único sesgo de ser antepasados o descendientes de alguien y si se ha vinculado al estudio de la aristocracia o nobleza, me parece que se puede explicar por dos motivos.
El primero nace del orden social español hasta el siglo XVIII; donde un hidalgo, un hombre que estaba en una especia de “clase media” actual; tenía exenciones tributarias en numerosos lugares solo por tener esa condición. Esto incentivaba a que la gente se esmerara en contar con la hidalguía para no pagar impuestos y para ello rendían pruebas centradas en sus genealogías que permitieran establecer tal condición. Podían aspirar a cargos especiales en los consejos municipales, órdenes de caballería, y desde luego distinción social; aunque también tenían la obligación de apoyar al rey en requerimientos militares
La nobleza siempre procuró mostrar un origen ilustre, verdadero o falseado, para afianzar su superioridad. Hay que pensar también, que para ellos ser noble implicaba una forma de ser, con ciertos ideales y comportamiento que les venía por sangre. Todo lo anterior trajo consigo un “mercado” genealógico vinculado a la nobleza en los siglos XVII y XVIII principalmente, donde por cierto operaban inescrupulosos que no dudaban en hacer descender -a quien pudiera pagar- de algún antiguo rey asturiano o borrar orígenes judíos que “manchaban” la trayectoria de “cristianos viejos” de sus clientes. Resultado de lo anterior, es que se publicaron numerosas obras de familias, algunas de las cuales eran absolutamente fantasiosas. Todo esto repercutió en que se estableciera una relación muy fuerte entre la genealogía y la nobleza o aristocracia.
El segundo factor que pudo vincular el estudio familiar con la aristocracia, dice relación con la documentación y el interés. Es más fácil hacer una genealogía cuando nuestros antepasados han dejado más rastros que cuando no. Y los que dejan más huellas son consistentemente aquellos que ostentaron cargos relevantes o quienes disponían de mayores bienes. Para el que tenía más patrimonio resultaba importante dejar un testamento, por ejemplo, donde dispusiera de sus pertenencias, mientras que para el que no los tenía, poco sentido le encontraba. Sumado a lo anterior, la gente más culta de la época era nuevamente la más “aristocrática” y tenía mayores oportunidades de interesarse por una disciplina poco conocida. Hoy también los genealogistas son más cultos en historia o ciencias sociales que el promedio del país.
Ahora bien, durante el siglo XX Chile y latinoamerica registró un avance notorio en el proceso de alfabetización y acceso a la universidad o estudios superiores, hemos crecido culturalmente (aunque parezca poco), ahora más personas saben qué es un árbol genealógico y esto trae consigo que también aspiren a investigar y estudiar sus familias. También es más fácil, puesto que los recursos disponibles en Internet son enormes.
Para cerrar, hay otros mitos o confusiones que no incluí, pero independiente de aquello, la idea es ir despejando el polvo para ver con claridad que el estudio familiar tiene menos adornos y más personas reales. Además, ya que has llegado hasta estas últimas líneas, te agradecería transmitirle a quien te pregunte que los árboles genealógicos los podemos construir todos, sin importar quienes somos ni quienes fueron nuestros antepasados.